miércoles, 16 de abril de 2014

En resumen, la obra ‘El Extranjero’ de Camús cuenta la historia del joven Meursault que recibe un telegrama anunciando la muerte de su madre, a quien había decidido enviar a un asilo de ancianos puesto que, como admitirá ulteriormente, ya no tenían más nada que decirse. 

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El joven Meursault toma un par de días de descanso de su trabajo, sin dar una idea clara y concreta en qué consistía tal trabajo (solo habla de una oficina que se encuentra en el puerto). El hombre asiste al funeral de su madre donde no siente tristeza ni manifiesta congoja alguna. Sólo le incomoda el calor implacable del verano argelino y el no poder fumar delante del féretro.
 

A su regreso a la ciudad se encuentra con una antigua compañera de trabajo con quien inicia una relación y a la que manifiesta estar dispuesto a casarse con ella, a pesar de estar convencido de no amarla (da la impresión que solo sea una relación de placer propio.) En esos días entabla amistad con Raymond, un hombre que aparenta ser un proxeneta y que se encuentra en problemas con un grupo de árabes.
 

Posteriormente, en un paseo a la playa, el nuevo amigo de Meursault es amenazado por un grupo de árabes y la contienda parece acabar. Sin embargo, el joven regresa a enfrentarse a sus adversarios y, revolver en mano y deslumbrado por el sol, resuelve la contienda dispara varias veces sobre uno de ellos hasta matarlo.
 

Como resultado del incidente, Meursault es procesado en una atmósfera absurda y en el Tribunal establece que: no ha llorado por la muerte de su madre, que tuvo relaciones sexuales extramaritales con una mujer apenas dos días después de la muerte de su madre y, según su propio testimonio, confesó haber disparado contra el árabe porque le dolía la cabeza y la luz del sol le había deslumbrado.
 

Finalmente, la sentencia del tribunal falla en contra de él y es condenado a muerte. En la víspera de su prisión, se presenta al capellán y le manifiesta su ateísmo, su falta de temor ante la muerte y la conciencia de la indiferencia absoluta entre morir un día u otro, en aquel momento o cincuenta años más tarde. Su único deseo, al final, consistió en acudir al patíbulo rodeado por los gritos de odio de una multitud enfurecida.

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